miércoles, 31 de julio de 2013

ROBERT SMITHON

 


Robert Smithson (Nueva Jersey, 1938 – Texas, 1973)

Con la base puesta en algunos de los postulados del minimalismo y del povera, a finales de los años 60 surge una propuesta artística a la que se etiquetará rápidamente como land art o earthwork. En la propia etiqueta se recoge la base fundamental de esta corriente, que no es otra que la propia tierra, los paisajes naturales, la naturaleza en estado puro sobre la que interviene el artista en acciones que para unos no son más que agresiones al medio, mientras que para otros son grandes llamadas a la toma de conciencia sobre la degradación medioambiental provocada por el hombre.

Dejando de lado esa controversia, detrás de las obras de los artistas que se adscriben al land art, se esconde una fascinación por grandes construcciones megalíticas como Stonehenge, las estructuras del calendario indio y los pictogramas del desierto costero del Perú; una suerte de visión romántica del paisaje que coincide con la que tenían pintores decimonónicos como Friedrich o Constable, o incluso los jardines zen japoneses.

“No obstante, también existen algunos precursores directos. Ya en 1940, Isamu Noguchi, había abierto la vía con sus Playgrounds y sus Playmountains modulados en función de paisaje. El versátil emigrado de la Bauhaus, Herbert Bayer, había explorado las posibilidades del paisaje escultural en sus bocetos datados en 1947 (…)”, se dice en el libro Arte del siglo XX, editado por Taschen.

La formulación de este tipo de obras en las que el paisaje es elemento primordial, lógicamente, trajo un alejamiento de los lugares expositivos más habituales hasta ese momento, ya que las obras no se pueden trasladar a la sala de una galería o museo, además de alejarse de un espectador que no puede acceder, salvo invirtiendo una buena dosis de tiempo, a contemplar la obra in situ. De ahí, que estos artistas documenten con fotografías, bocetos y grabaciones cinematográficas para dejar constancia visual de todo el proceso y del resultado final, de tal forma que esos materiales se convertirán en obras de arte en sí mismas, con posibilidad de ser expuestas y apreciadas por el público.

Eso lo hará Robert Smithson, un artista paradigmático de este movimiento que falleció en un accidente de aviación cuando estaba sobre el espacio que iba a ocupar su obra Amarillo Ramp, quien a mediados de los años 60 estaba trabajando en sus series Photo-Markers (fotografía un lugar, revela esas fotos a gran tamaño para colocarlas en el espacio fotografiado, y volver a sacar imágenes del lugar) y sus Sites/Nonsites. El concepto del no lugar va a ser uno de los fundamentales en los trabajos de este artista: “Fotos y mapas documentan un lugar fuera de la galería y a menudo rodeado por minerales metalíferos, pedazos o rocas de minerales del emplazamiento original” (op.cit.)

La construcción de esas esculturas integradas en un paisaje al que modifican y, al mismo tiempo, convierten en algo artístico, exige la intervención de maquinaria pesada de todo tipo para generar unas obras que buscan exaltar a la propia naturaleza a la que dota de un contenido conceptual que antes no tenía o que por lo menos no estaba evidenciado, y que convierte a los propios agentes meteorológicos en agentes artísticos, ya que con su incidencia sobre la obra la modifican y la transforman de una forma caprichosa.

Smithson llegó al land art después de iniciar su formación artística como pintor en la neoyorquina Liga de estudiantes de Arte, para adentrarse por los caminos de la abstracción, hasta que en 1962 se empieza a interesar por la escultura hasta llegar a su obra más famosa como es la Spiral Jetty, en el Gran Lago Salado en el estado de Utah, un muelle en espiral que construyó en 1970. Esta obra, como todas las que se enmarcan en esta corriente, tiene un fuerte contenido conceptual que tiene que ver con la relación que el hombre plantea con el medio que le rodea, en una época de fuerte desarrollo industrial, y de las fuerzas capaces de transformar a esa naturaleza, y del lugar que ocupa el ser humano en relación a ese paisaje.

Paisaje que otras veces es el de la ruina industrial, de edificios, canteras y otros lugares abandonados, y que también van a ser objeto de su interés artístico. Eso obliga al artista a salir de su estudio y trabajar al aire libre, como habían hecho en el XIX los pintores de la Escuela de Barbizon por ejemplo, abandonando el estudio y entrar en comunión con la naturaleza con un espíritu que tiene algo de romántico, como decía más arriba.

Smithson se plantea el problema del lugar, del espacio que va a convertir en obra de arte, muchas de las cuales tienen un componente subterráneo, en un pensamiento que está muy influido, entre otras cosas, por las obras de Borges. Las propuestas que nos plantea Smithson tienen poco de esperanzadoras: “No hay salida, ningún camino a la utopía, ningún más allá en términos de espacios expositivos. Comprendo que es algo inevitable; un ir hacia los bordes, hacia la quebradura, lo antrópico. Pero incluso eso tiene límites”, en palabras del propio Smithson.

El Arte





¿QUE ES EL ARTE?

El arte consiste en la facultad de comunicar a los demás, los propios sentimientos, mediante el empleo de signos exteriores; y en particular en realizar y manifestar la belleza. "Es la expresión sensible de lo bello". El artista concibe y produce lo bello, utilizando los elementos naturales de que puede disponer; tal poder creador es, justamente, lo que más distingue el arte de la ciencia: Ésta consiste en poseer conocimientos verdaderos, adquiridos por la observación y el estudio; en tanto que el arte, si bien debe, como la ciencia, fundamentarse en leyes y principios, se ordena siempre a la ejecución. Ciencia que no se aplica no pasa de ser teórica, especulativa; el arte por el contrario, es siempre práctico, pues se traduce en realidad, su unión a la ciencia garantiza la perfección de la obra.
En general el concepto de arte puede reducirse a dos: utilidad y belleza. El arte útil, se limita a satisfacer necesidades materiales y puede extenderse a la mayoria de las profesiones humanas; el arte bello, se concreta a realizar la belleza en sus varias manifestaciones, por lo cual se la denomina Bellas Artes. Existe un término medio entre las artes meramente útiles y las esencialmente bellas: las artes mixtas, que combinan lo útil con lo estético.
Artes Útiles: albañilería, carpintería y demás que se comprenden bajo el nombre de manuales o industriales.
Artes Bellas: pintura, escultura, música, arquitectura y literatura.


TIPOS DE ARTES:


Pintura: recurre a la utilización de distintas sustancias y pigmentos para realizar representaciones gráficas con el fin de crear un arte visual. Para esto, se vale de la combinación de colores y líneas. En esta disciplina, que es sumamente antigua (previa a la escritura), existen distintos géneros, algunos de ellos son: retratos, naturaleza muerta, desnudo, paisajes, costumbristas, figurativos y autorretrato, entre otros. Algunas de las técnicas que existen son el óleo, tapiz, fresco, aguada, acuarela, vitral y temple.



Música: del griego mousiké, que significa “arte de las musas”, alude al arte de estructurar una combinación coherente de silencios y sonidos, con criterios lógicos y sensibles. En la música, los dos elementos más importantes son el ritmo y el sonido, que aparecen conjuntamente y ordenados por distintas estructuras sonoras y rítmicas. Dependiendo de los instrumentos que se utilicen, se puede hablar de dos formas para dividir a los géneros musicales: instrumentales y vocales. En este último, hay un predominio de la voz, y puede haber o no presencia instrumental. Los géneros instrumentales, en cambio, son creados sólo para instrumentos. Algunos de los géneros que existen son: la ópera, el rock, el pop, la música clásica, blues, jazz, tango, entre tantos.




Escultura: en esta disciplina el escultor moldea figuras voluminosas en madera, barro, piedra o cualquier otro material para expresar así belleza.  Dentro de la escultura se habla de dos ramas: la ornamental y la estatuaria. Esta última representa a la figura humana y las concepciones ultrasensibles del hombre. La ornamental, en cambio, representa al resto de los seres vivos: plantas y animales.


Danza: en esta disciplina se realizan movimientos corporales rítmicos por medio de los cuales se logra expresar emociones y sentimientos. Puede estar acompañada por música, aunque no es inherente. En la danza, los movimientos corporales se combinan con las nociones rítmicas y el uso del espacio. Además, la mímica y el canto también pueden formar parte de esta disciplina. La coreografía es el conjunto de movimientos predeterminados que guiarán que pasos se seguirán en un determinado baile.

Arquitectura: esta disciplina consiste en la técnica de construir y proyectar estructuras y edificios. Lo que busca es satisfacer necesidades humanas por medio de la alteración del ambiente físico, pero también se realiza con fines meramente estéticos. Algunos de los estilos más reconocidos son la arquitectura gótica, renacentista y barroca.

Como podemos ver existen cinco tipos de artes los cual en cada uno de ellos hay amplias derivaciones  de artes.

lunes, 29 de julio de 2013

Tipos de musica

Rock and roll:
Pop:
Rap:
Ska:
Reggae:
Blues:

Jazz:
Musica clasica:
Reggaeton:
Salsa:
Cumbia:

El arte en la música



 e la misma forma que resulta imposible apreciar la totalidad de la vida de L. Ronald Hubbard sin su música, uno tampoco puede apreciar su música sin tener en cuenta lo que él dio al arte como un todo.
El tema del arte le había producido curiosidad y fascinación desde hacía largo tiempo; ya que, según había escrito, hasta que uno pudiera ofrecer una definición funcional del arte, no era probable que el mundo se hiciera más consciente de ello. Y sin arte, añadió en otra parte, el honor y la gloria de una sociedad están perdidos.
Así que entre las muchas cosas que le ocupaban en nombre de Dianética y Scientology, L. Ronald Hubbard examinó la forma musical y su respuesta emocional, como parte de su estudio más amplio sobre el arte. En el centro de este examen se encuentra una visión muy especial del hombre como un ser intrínsecamente espiritual que estaba, él mismo, muy cerca de todo lo que encarnan las palabras “bello” y “estética”. Y de hecho, explicó, cuando uno habla de utilizar Dianética y Scientology para la rehabilitación de la capacidad artística, uno está hablando de rehabilitar aquello que está más cerca de nuestra esencia espiritual. Pero el problema de aportar una definición funcional del arte, persistió; y en parte con esa finalidad, Ronald continuó su examen de lo que es, probablemente, la más omnipresente de todas las formas de arte: la música.
Su instrumento preferido para esa investigación, fue el órgano electrónico. El primero que tuvo, un órgano electrónico de iglesia “Baldwin 10”, lo utilizó en Wichita, en el estado de Kansas, en donde, entre la primavera de 1951 y el comienzo del invierno de 1952, dio una serie de conferencias en la Fundación local de Dianética. Después de esta década en la que Ronald fundó Scientology y Dianética, que crecieron mundialmente durante esos diez años, llegó el traslado de Ronald a Saint Hill Manor en East Grinstead, Sussex; y allí, junto a un piano vertical, estaban colocados un Wurlitzer y un órgano muy apreciado Melletron Electric, precursor del sintetizador y capaz de producir una réplica aceptable de la voz humana. En la secuencia final de la película promocional de Scientology, titulada Una tarde en Saint Hill, vemos a Ronald interpretando en este instrumento “The Saints Go Marching In” (“Cuando los santos vayan marchando”, conocida como “La marcha de los Santos”), en tanto que sus propias composiciones de este período han sido descritas como ligeramente medievales y evocadoramente bellas. Pero el propósito principal para lo que modestamente llamó este estudio incidental, era un entendimiento de la música en general y del arte como un todo.
Sus conclusiones, ahora famosas, están descritas en un texto revelador que se titula, ARTE. Es la explicación del proceso creativo que ha tenido una mayor y más extensa influencia, ARTE ha inspirado a artistas de muchos y distintos campos, incluyendo el sector literario, el de la pintura, la producción de películas, la actuación, la danza y, por supuesto, la música. Es intrínseca a la obra, su definición del arte que tan a menudo es citada, como “una palabra que resume LA CALIDAD DE LA COMUNICACIÓN”. Fue dentro de ese marco, desde donde continuó codificando este tema en su totalidad.
A modo de ejemplo, considera sus análisis del ritmo. “En la música hay seis tipos distintos de ritmo”, comienza su examen del tema como está contenido en ARTE. Después, continúa con su análisis definitivo de esos tipos rítmicos, incluyendo:


“Regular: lo que significa el tiempo acentuado (enfatizado) uniformemente.

“Sincopado: la colocación de tiempos sin acento junto con tiempos acentuados a intervalos regulares o irregulares.

“Suspendido: en un ritmo suspendido hay distintas detenciones regulares del flujo en la melodía, pero todos los tiempos están ahí, simplemente se detienen regularmente para un intervalo.

“Acentuado: en donde uno o más tiempos en un compás han recibido un énfasis más fuerte, (pulsación rítmica) o acento.

“Tiempo omitido: la omisión regular de uno o más tiempos en compases.

“Tiempo añadido: tiempos adicionales fuertes o, generalmente débiles, que se añaden al ritmo de una manera consistente o inconsistente”.
Lo que él quería enfatizar –y era el primero en reconocer esa delineación– todos y cada uno de los ritmos, se componen de esas seis formas básicas, particularmente o en combinación; y, es el empleo hábil de estos ritmos el que establece el intercambio armónico con la audiencia y de esta forma, la comunicación. En el mismo ensayo, describe con más detalle el uso del ritmo tanto para sosegar, como para calmar o excitar, así como el lugar del ritmo en la prosa, la poesía y hasta en las artes visuales. Porque en un análisis final, observó con agudeza: “El ritmo y su expresión es la clave fundamental para todas las formas de arte”.
A través de las páginas de ARTE también se tratan pertinentemente los fundamentos de la presentación, sobre lo cual afirmó: “La presentación artística siempre triunfa en el grado en que se hace bien. La facilidad con que se haga, es totalmente secundaria”. Por ello, “un verdadero profesional puede hacer las cosas aparentemente con mucha facilidad, pero en realidad, está poniendo su atención en que cada minúscula parte sea exactamente correcta”. Precisamente con esta finalidad, abordó además, el arte más o menos perdido de las maneras en el escenario (un asunto particularmente interesante en esta era de “rock-shock”). Pero el hecho es que, sin tener en cuenta lo desdeñoso que puede parecer el sarcástico intérprete de rock, “el grado de afinidad con la audiencia o para la audiencia debe expresarse físicamente”. Porque en última instancia, el propósito de la actuación es básicamente la comunicación, y citando uno de los principios fundamentales de Scientology, la comunicación es imposible si está ausente la afinidad.
De sus propias actuaciones, por improvisadas que fueran, se dijo que habían sido un modelo de todo lo que él había aconsejado. Cuando Ronald aparecía con su traje de etiqueta sentado a un piano de cola para interpretar ante la audiencia, por ejemplo, de una convención de Scientology, la impresión general de todos era la de una refinada elegancia: cada gesto positivo y refinado, cada nota y modulación vocal impecable y, en pocas palabras, la encarnación de un creador de música cuyo trabajo, “resume la calidad de la comunicación”



Filosofía en los adolesentes





                       

La psicología adolescente: el problema de la identidad.
Los alumnos de bachillerato tienen mayoritariamente entre 16 y 18 años. Se encuentran todavía en ese período del ciclo vital llamado adolescencia, aunque en una fase avanzada, ya próximo a convertirse en jóvenes adultos. Esto hace que, si se define a la adolescencia como el período en que el niño realiza el tránsito de la infancia a la madurez, nuestros jóvenes alumnos ya comienzan a definir sus rasgos adultos, aunque aún conservando restos de su pasado infantil.
En general, el tránsito de la infancia a la edad adulta significa el desarrollo de numerosas y profundas transformaciones. Esta situación de tránsitos, pérdidas y  adquisiciones genera en el adolescente una situación de particular vulnerabilidad. Dolto y Percheminier [1] la comparaban con el cambio de la cáscara de un cangrejo, una imagen muy clara para representar la vulnerabilidad transitoria que se da entre el abandono de la identidad infantil y la construcción de la identidad adulta.
Esta construcción de la identidad adulta es llevada a cabo por el adolescente buscando una continuidad entre su identidad infantil que comienza a perder y los nuevos cambios físicos, cognitivos y sociales que comienza a experimentar. Si se da un progresivo acoplamiento entre la percepción que tiene de sí mismo con el reconocimiento positivo de los nuevos rasgos por parte de su entorno social, la evolución del joven puede resultar más o menos armoniosa, y transitar de una situación de “identidad aplazada” al desarrollo pleno de su “identidad adulta”. [2]
Normalmente las cosas no suelen ser tan sencillas. El adolescente tiene que elaborar la pérdida simbólica de la sobre valorada imagen paterno-maternal que tenía durante la infancia, y a su vez los padres tienen que elaborar la pérdida del hijo-niño que comienza a hacerse mayor. Desde una perspectiva ecológica, tanto los cambios que vive el adolescente como la construcción de su identidad están determinados por las interrelaciones de su nicho ecológico o conjunto de interrelaciones que el individuo, como sistema abierto y autopoyético, establece con el resto de sistemas que le rodean. [3]
Este complejo proceso se manifiesta en relaciones no siempre fáciles entre el adolescente y el mundo adulto, marcadas por la ambivalencia –por ejemplo, necesidad de autonomía y al mismo tiempo de protección, de afecto y de rechazo, toma de decisiones terminantes y arriesgadas acompañado de vacilaciones e inseguridad–, y las dificultades para comunicarse. Este panorama problemático, que inicialmente puede localizarse en la relación con los padres, se extiende a todo el mundo adulto, incluido el profesorado; y si bien tiene como escenario inicial el hogar familiar, acaba extendiendo sus efectos también a las aulas.

a) El desarrollo cognitivo: el estadio de las operaciones formales.
Para Inhelder y Piaget [4] el carácter fundamental de la adolescencia es la inserción del individuo en la sociedad de los adultos. Esta inserción requiere instrumentos intelectuales y afectivos diferentes de los que usan los niños, es decir, necesitan de una nueva estructuración lógica que se identifica con la capacidad para realizar operaciones formales.
La novedad central en el pensamiento del adolescente será la capacidad de reflexionar más allá del presente, es decir, tomar como objetos de sus razonamientos situaciones que pueden no haberse encarnado aún en la realidad. El adolescente construye teorías que le llevan a razonar sobre él mismo y sobre la sociedad.
Las características generales de esta etapa que gradualmente comienzan a ponerse de manifiesto en los adolescentes son:
  • A partir de captar hechos razonar sobre posibilidades, suponer “mundos posibles”. Cuando la expresión del pensamiento de los alumnos tiene la posibilidad de expresarse, suele poner de manifiesto una gran capacidad creativa a la hora de imaginar situaciones alternativas a las propuestas por el discurso docente o las teorías explicadas en los textos. En estas situaciones, la actitud del profesor suele ser correctiva; cuando a veces convendría sacrificar la corrección en aras de la creatividad; o, en todo caso, permitir que el pensamiento se exprese para que llegue por sí mismo a encontrarse con el error o la contradicción.
  • Esta capacidad para pensar en “mundos posibles” se suele proyectar hacia el futuro, mediante el análisis de consecuencias y la propuesta de predicciones. Estos recursos cognitivos embrionarios, sería conveniente que fuesen promovidos, sin priorizar tanto la corrección de los contenidos, sino más bien como ejercicio creativo de la capacidad para proponer hipótesis, realizar inferencias deductivas e imaginar alternativas. De esta forma se fortalece ese “balbuceo”, que el adolescente realiza de una manera espontánea, de aquello  que en otro nivel puede plantearse como método “hipotético deductivo” o científico.
  • En los momentos más avanzados de este proceso evolutivo, que es posiblemente donde se encuentran la mayoría de nuestros alumnos de bachillerato, se llega a la capacidad para el desarrollo del pensamiento de segundo grado, al pensamiento que tiene por objeto el propio pensamiento. Está de más decir que es precisamente éste el rasgo distintivo de la reflexión filosófica.
La presencia de todos estos recursos cognitivos no puede ser considerado como rasgo inherente y fijo de un determinado período cronológico. Con el tiempo el mismo Piaget matizó sus supuestos generales, aceptando que el medio social puede mediatizar considerablemente las pautas del desarrollo evolutivo. Diríase que las transformaciones apuntadas por Inhelder y Piaget son más progresivas, menos generalizadas y más dependientes de los problemas concretos,  de la intervención socio-educativa y del contexto en general.
Por otra parte, es importante tener en cuenta que todas estas nuevas capacidades intelectuales, por parte de los adolescentes, se van adquiriendo en un proceso gradual. El acceso a ellas no implica pericia en su utilización desde el primer momento; por el contrario, los jóvenes necesitan poner a prueba sus nuevas herramientas cognitivas, experimentar sus posibilidades y sus límites. Esto produce muchas veces un uso desmesurado y contradictorio. Es así como podemos captar al mismo tiempo muestras de un gran sentido común, y la defensa a ultranza de teorías que pretenden explicar lo que sucede de una manera descabellada o fantasiosa. Piaget describía la adolescencia como la “edad metafísica”, y éste es precisamente un rasgo presente en nuestros alumnos que puede ser considerado como una condición de posibilidad más, en el ámbito de las características psicológicas individuales, para la investigación y la reflexión filosófica.
Otra perspectiva para el estudio del desarrollo de las capacidades cognitivas en los adolescentes es el punto de vista del “procesamiento de la información”. Destaco aquí, en el marco de esta corriente, las explicaciones de Limón y Carretero (1996) [5] sobre las Teorías previas. Los adolescentes construyen teorías que suelen permanecer implícitas, es decir que las ponen de manifiesto en sus actuaciones, e incluso en algunas manifestaciones verbales, aunque por lo general no son materia de reflexión consciente. Como producto de esta falta de toma de conciencia, estas teorías pueden resultar incoherentes o contradictorias. Suelen ser además resistentes al cambio. Su papel como guías para la acción, su carácter implícito y los valores que puedan comportar determinan que no se modifiquen si no se encuentran otras teorías más satisfactorias en los aspectos intelectuales o vivenciales. Por otra parte, aunque los adolescentes, gracias a sus aprendizajes, hagan avances y aproximen sus conocimientos implícitos al conocimiento científico, este resultado no está asegurado. Este concepto de “teorías previas” propuesto por Limon y Carretero es próximo a la idea de “esquema de referencia”[6], recogido de la psicología social, y aplicado al desarrollo de nuestra propuesta didáctica para la enseñanza de la filosofía en la secundaria.
Otro aspecto interesante de las observaciones de estos autores es el reconocimiento de que un nivel de pericia superior en un cierto dominio puede implicar una desventaja en lugar de una ventaja. Esta situación se produce fundamentalmente cuando el adolescente conoce ya el problema y, por lo tanto, responde de manera automática sin darse cuenta de la existencia de informaciones nuevas. Otra idea que se puede relacionar con el concepto de “estereotipia” propuesto en el ámbito de la psicología de grupos, y que aquí recupero para nuestra propuesta.[7]

b) El conocimiento social.
La adolescencia también se caracteriza por una mayor comprensión de situaciones relacionadas con las personas, con sus ideas, sentimientos y conductas, en definitiva una mejor comprensión del mundo social. El desarrollo de este conocimiento social se manifiesta en la paulatina adquisición de las siguientes capacidades:
  1. Conocimiento del yo y los otros. Mientras que los niños valoran a los demás a partir de lo que ven, y hacen clasificaciones más o menos estables, los adolescentes, en cambio, comienzan a ser capaces de tener una concepción de los demás más interaccionistas, tener en cuenta las características personales y los factores situacionales. Son capaces de ver que en cada individuo puede haber una mezcla de características a menudo contradictorias, dando lugar a impresiones falsas sobre aspectos aparentes. Desarrollan la capacidad de ver el mundo desde la perspectiva de las otras personas, reconociendo la existencia de diferentes perspectivas delante de una misma cuestión. La capacidad de ponerse en el punto de vista de las otras personas facilita la empatía, el control de la agresividad y la investigación de soluciones a los conflictos sociales.
  2. Este rasgo fundamental, si bien encuentra en esta edad las condiciones para su desarrollo, como todos los demás, necesita ser promovido y cultivado. Los adolescentes conservan aquel mecanismo primario del aprendizaje por imitación; lamentablemente no siempre encuentran en el mundo adulto, ya sean padres o profesores, esa capacidad de empatía y comprensión del punto de vista del otro, que les pueda servir de modelo o de referente. Sin embargo, su desarrollo es la base para la asimilación de valores como la tolerancia o el respeto a la diversidad. Resulta poco eficaz la transmisión discursiva de estos valores; los adolescentes tienen la capacidad para su desarrollo efectivo y práctico, para ello necesitan ejercitarlos y ver cómo los adultos también lo hacen.
  3. Interés por cuestiones que trascienden las realidades inmediatas, tales como las instituciones sociales o políticas, las costumbres, los sistemas normativos, la información sobre hechos que ocurren más allá del instituto y del barrio. Los adolescentes buscan información, evalúan y construyen valoraciones, toman partido. Es muy frecuente constatar el aparente desinterés de los alumnos por la política, lo cual podría parecer contradictorio con lo anterior. Sin embargo, a poco que se preste atención se podrá ver que la indiferencia no es tal, sino que, por el contrario, normalmente ocultan razones, las que, cuando pueden ser expresadas, ponen de manifiesto  elaboradas argumentaciones.

c) El desarrollo psicosocial.
Decía que los adolescentes recorren un período de transición en el que tienen que abandonar su identidad infantil y comenzar a construir una identidad adulta. Esto implica hacer elecciones respeto de: valores y creencias, metas educativas y profesionales, orientaciones de género. No se debe olvidar, por otra parte, que la identidad en general se construye a partir de la “imagen” que nos devuelven los demás en nuestras interrelaciones cotidianas; en consecuencia, los adolescentes construyen su nueva identidad en relación interdependiente a una red de vínculos familiares, de amistad, a un entorno educativo y socio-cultural. Además, la construcción de la identidad adolescente tiene como reverso una situación de crisis que, aún cuando no pueda ser considerada una patología, comporta inseguridad, miedo y ansiedad, sentimientos propios de aquella vulnerabilidad transitoria antes mencionada.
El concepto de identidad está estrechamente ligado a las ideas de “auto concepto” y de “autoestima”. El auto concepto se construye a partir del conjunto de percepciones que el individuo se hace de uno mismo, y la autoestima sería el resultado de la evaluación que el individuo mismo realiza de esas percepciones. Si los adolescentes están en el período caracterizado por la capacidad de “crear teorías”, diríase que el “auto concepto” es la teoría que construyen respecto de sí mismos. En este sentido, todas las facilidades y dificultades que suelen tener respecto de la aplicación de sus facultades cognitivas,  que comentábamos con anterioridad, pueden ser también consideradas respecto de la construcción del auto concepto y la autoestima, en definitiva de la identidad. Los adolescentes piensan que son lo que son en función de cómo perciben aquello que los demás les retornan de su propia imagen.
Esta dialéctica entre la valoración de sí mismos y la percepción de la valoración de los demás, sumado al descubrimiento de cambios físicos, intelectuales y emocionales, y la escasa pericia para gestionar todas estas nuevas capacidades, lleva a que el adolescente aumente su actividad introspectiva. A diferencia del niño, cuyas valoraciones estaban determinadas por las acciones propias y de los demás, en el adolescente comienzan a contar principalmente los pensamientos y las intenciones; el adolescente desarrolla una compleja “vida interior”. Toma conciencia de la multiplicidad de aspectos que integran el Yo, y de la posible existencia de conflictos, ambivalencias, contradicciones.  Reflexiona sobre diferentes maneras posibles de ser o comportarse, y dibuja un Yo ideal. Se proyecto hacia el futuro.
Todo esto tiene un efecto fundamental que influirá en su manera de actuar, en sus sentimientos y actitudes, también en la manera de plantearse la actividad escolar: percibe que puede actuar de diferentes maneras, que tiene alternativas y que puede escoger por él mismo. (En aquellas sociedades o culturas en las que las posibilidades de elección están reducidas al mínimo para el conjunto de la población, y los itinerarios vitales se encuentran fuertemente determinados por las normas sociales, el período de la adolescencia se reduce a un rápido tránsito de la infancia a la edad adulta, tal como lo explica Mead a partir de sus investigaciones en la isla de Samoa.[8])
Con frecuencia los padres o los profesores se quedan asombrados ante un estudiante que durante su trayectoria en la primaria se había mostrado como un alumno aplicado y con excelentes resultados, y que ahora en el bachillerato su rendimiento escolar ha caído en picado y que incluso presenta serios problemas de relación. En muchos casos esta situación puede ser explicada porque para este joven el mundo ha dejado de tener una única vía –aquella trazada por sus padres, y que resultaba fácil de transitar–, para convertirse en un enjambre de itinerarios posibles, respecto del cual es él mismo quien debe decidir el rumbo a seguir. El cuadro se completa si tenemos en cuenta que en cada decisión el adolescente tendrá que poner en juego aquello que sabe o reconoce, mal o bien, de sí mismos y de sus capacidades. Se da la paradoja de que comienza a ser consciente de que puede escoger entre varias posibilidades justamente en el momento en el cual se encuentra más confundido respecto de su capacidad para realizar una cosa u otra, en definitiva, cuando tiene menos claro quién es él y qué es lo que puede llegar a ser.
Seguramente que no siempre se da un cuadro tan extremo. En el mejor de los casos se produce un acoplamiento gradual entre lo que él piensa que es y puede hacer y todo aquello que los además esperan que sea y haga. Cuando el mundo adulto que le rodea tiene una actitud positiva y de apoyo, la autoestima se ve favorecida, aumenta la confianza en sí mismo y se atreve a experimentar sin miedo a equivocarse, aprendiendo de sus propios errores. Por el contrario cuando la autoestima es baja se suele presentar un cuadro de inseguridad, autocrítica exacerbada y ansiedad. En su relación con los demás pueden darse situaciones de sumisión y dependencia a su grupo de referencia, o por el contrario, actitudes autoritarias o de dominación (respecto de esto último se debe tener en cuenta que, en muchos casos, la baja autoestima puede manifestarse de modo engañosos, mediante una aparente seguridad o con actitudes agresivas). En relación con el cumplimiento de las metas educativas el rendimiento suele ser por lo general bajo. En muchos casos se suele dar el llamado “efecto Pigmalión” o de las “profecías auto-cumplidas”: los alumnos acaban dando de sí aquello que los profesores piensan y esperan que den.